Me he quitado los zapatos antes de andar descalza por la cuerda floja de tu laringe para descoserte todas las vocales de mi nombre y hacía tanto tiempo que te habías olvidado de mí que me he cortado los pies, me he caído, he gritado y me he dado cuenta de que era yo la que se había quedado sin voz.
No soy yo. Cuando te despiertes mañana sabré igual que supiste que no era yo; que fui yo la que no era para ti, que no eras tú el que se quedaría y florecería cada primavera para mí. Que hace bastante que estábamos muertos, incluso antes de ver la luz.
Soy yo. La que quedará guardada para siempre en un cajón. A la que no llamarás. La que no querrás besar mientras le pides perdón. Quien no te pellizcará el sueño. Por quién no suspirarás amapolas. A quien no querrás hacer reír cuando me pinte de gris. Quien no te llenará los hoyuelos de las mejillas de colores. Quien no te destruirá y te hará mejor a la vez. A la que no presentarás a tus padres. Quien no te llevará al altar. Quien no querrás que no sea una más.
Fui yo. La que quedó helada esperando a que se abriera de tu fortaleza el portón. La que colgó bombillas en cada mariposa para alumbrarte los caminos de vuelta a casa tras la extinción de las luciérnagas. La que mordió cada barrote de las jaulas que te hacían heridas para que salieses a enseñarle los dientes a todas las niñas. La que sangró por cogerte con las manos desnudas de cada galaxia una estrella. La que te lloró un mar. La que fue una más en tu sed por olvidarla a ella.
Hubiera sido yo. Quien te hubiera secuestrado la aurora boreal sin esperar nada de vuelta. Quien te hubiera seguido eligiendo cuando nadie te quisiera. Quien hubiera derribado edificios para no cerrarte ni una sola puerta. Quien te hubiera escrito poesía clandestina debajo de cada colmena. Quien te hubiera hecho reír con la ropa puesta. Quien te hubiera desnudado sin tocarte siquiera.
Pero el día que creímos nacer nos encontraron muertos, y quisimos echar a correr cuando ni podíamos andar. Y se han extinguido las luciérnagas. Y he llorado un mar. Y me he quedado sin voz. Y tú hace tanto tiempo que te olvidaste de mí, que ya ni tan solo pronuncias mi nombre.